JAMAICA OFRECE de todo y para todos. La isla dispone de lugares idílicos para parejas, pero también cuenta con sitios especialmente indicados para las familias. Ocho Ríos -en verdad no tiene tal número de ríos- fue descrito por Cristóbal Colón como “el lugar más bello que mis ojos hayan visto jamás”. Bahías sin fin, calas emperladas y jardines exóticos conviven junto al bosque de helechos Fern Gully y las majestuosas cataratas con impresionantes cascadas de agua. Magnates, estrellas de cine y millonarios de todo el mundo se dan cita en Port Antonio, un tranquilo pueblo portuario rodeado por mar abierto y altísimas montañas, en las que abundan las orquídeas salvajes, los plátanos, los helechos y las palmeras. La cascada Reach, el lago sin fondo Blue Hole, la playa Boston, las cuevas Nonsuch y las ruinas de un legendario castillo le convierten en un pueblo de ensueño. Errol Flynn dijo de él que era “más bello que cualquier mujer que haya visto nunca”. LA CUNA DEL REGGAE En Kingston confluye lo antiguo y lo moderno. Por un lado, destacan la representación al aire libre del Teatro Nacional de Danza y las actuaciones de los famosos cantantes de folk jamaicanos. De gran interés resultan las visitas a la Galería de Arte Nacional y al museo dedicado a Bob Marley, el padre del reggae. Por otra parte, la ciudad alberga la fortaleza del pirata Henry Morgan, Port Royal, del siglo XVI, y la morada de los indios arawak, próxima a Spanish Town. A la tranquila meseta de Mandeville, escondida entre las montañas de Don Figuerero -un lugar con un toque británico, bautizado por el Conde de Mandeville-, se llega tras atravesar la Bamboo Avenue y pueblos como Lovely Point, Spur Tree y Pepper. Aquí, el aire limpio y fresco se impregna de la fragancia de los jazmines en flor. A poca distancia de Mandeville, una carretera con espectaculares vistas conduce a las playas de la costa sur. Para extasiarse ante un mar turquesa protegido por acantilados cincelados con antiguas cuevas y escondidas villas, y contemplar el ocaso con la luz de un faro como único testigo, es necesario viajar al extremo oeste de la isla, donde se encuentra la incomparable playa de Negril, de diez kilómetros de extensión. Pero eso no es todo. En Jamaica, una isla de 230 kilómetros de largo y 80 de ancho, se pueden hacer muchas cosas: bucear, montar a caballo, jugar al cricket o al polo, escalar, navegar por el río o disfrutar de los festivales de reggae.
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