VISTOS EN LA TELE, en esos reportajes de siesta de La 2, parecen gatitos mansos faltos de cariño. A un par de metros, con el calor rasgando en el cogote, los leones y demás fauna del páramo africano se muestran tal y como son: salvajes. Estás en su casa. Un árbol es su sofá. Un charco, su rincón de la higiene. Una sombra, su descanso. Los big five -los cinco magníficos de la sabana africana: león, leopardo, rinoceronte, elefante y búfalo- son amigos y residentes en Kenia: la Meca del safari. Pero cuidado, no se trata de cabalgar un todoterreno y marear la cámara tirando fotos a discreción. Es un terreno en el que el hombre no aspira a ser más que un espectador. Y como tal, y a pesar de lo organizado y calculado de cada safari, el ademán de cada criatura despierta sensaciones nuevas que la tele o la cámara se dejan en el visor. Ningún paseo por alguno de los 48 parques naturales o reservas de Kenia es igual. Porque nadie está nunca en el mismo sitio. Porque nadie está esperando visita. El Maasai Mara exhibe uno de los mayores espectáculos de la naturaleza contemporánea. Cada año, esta reserva es escenario de la mayor migración animal del planeta. La estampida de ñus, cebras, gacelas, elefantes y búfalos -seguidos con ojo avizor por leones, hienas, leopardos, buitres y demás miembros del club carnívoro keniano- se desplaza desde las planicies interminables del Serengeti cruzando el límite con Tanzania para alcanzar las sabanas de la reserva a finales de junio. El dramático cruce del río Mara -una trampa mortal que muestra la cruda realidad de la supervivencia animal- llega en los meses de julio y agosto. AGUAS DE CRISTAL A vista de satélite, un borde blanco dibuja 480 kilómetros de costa. Una frontera cegadora que flota ante aguas inmaculadas templadas por un sol tropical. Las playas de Kenia, moldeadas por el océano Índico y rodeadas por arrecifes de coral, cuentan con una red hotelera de gran calidad que ofrece a los visitantes paseos marítimos o cursos de buceo para todos los niveles. El safari de aventura es otra oferta en alza en Kenia. Un paseo a vista de pájaro en globo, descender el curso de un río domando una embarcación neumática, escalar los caprichos verticales de piedra de la sabana o ascender montañas que dejan el mar a más de 5.000 metros son algunas de las propuestas. Ante la inagotable paleta turística, se hace inevitable reconocer que Kenia tiene un problema: ¿Por dónde empezar?
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